Después de una ducha caliente, estoy ansiosa por limpiar mi jugoso coño. Mis dedos se sumergen, explorando cada centímetro de mis pliegues húmedos y rosados. La emoción del auto-placer envía un escalofrío por mi columna vertebral, mientras suelto un cálido chorro de orina dentro. Esta es la forma definitiva de autocuidado y humillación.